Hechos 1:24-25
Es curioso… aunque desde hace algún tiempo
estoy convencida que soy escogida por Dios para su servicio, pensar en expresar
mi convicción se torna en una confrontación personal, que me cuestiona, porque
en este momento se me ocurre pensar de qué manera puedo serle útil a Mi Padre,
como no desperdiciar el privilegio de servirle y aunque Dios escoge por gracia,
no por merecimiento, si creo que luego de la elección del creador debe seguir
el compromiso personal, por eso hoy quiero preguntarme ¿por qué Dios podría
contar con mis servicios? … por qué podría yo serle útil? Y como el Manual de
Vida, su Palabra tiene respuesta para todo, pues acá voy, inclinándome por
alguien que conoció de cerca al maestro, aquel hombre que no se quedó postrado
en su equivocación, que no le dio miedo levantarse y volver a empezar, que no
tuvo temor por formar un nuevo equipo efectivo… Si, Pedro… el mismo que negó a
Jesús cuando se dejó engañar por el miedo, el mismo miedo que siento cuando le
fallo, pero el mismo Pedro que reconoció su error y se levantó para continuar.
Sin duda cuando leemos Hechos 1:15-26,
vemos un Pedro decidido a hablar sobre lo sucedido, imagino cuánto quisieron
los demás hacerlo, cuántos se preguntaron qué sucedería con el puesto de Judas,
con sus delegaciones, sin embargo la vocería la tomó Pedro, este hombre tenía
claro que la victoria de Jesús sobre la muerte era apenas el principio de su
legado, allí no terminaba la obra, si bien es cierto que Jesús cumplió y
glorificó al Padre, Pedro y yo creemos que lo mejor está por venir, lo mejor es
tomar la voz y decirle a nuestros compañeros que vale la pena trabajar para
Dios, que vale la pena seguir, cuando me siento líder, cuando no me dejo opacar
por mi carne, es cuando tomo la palabra y digo que la obra no acabó en la cruz,
que ni mis fallas ni mis equivocaciones podrían opacar el propósito de Dios
para mi vida, simplemente como Pedro me digo y les digo a los demás: vamos para
adelante, esto tiene que seguir, ese día faltó Judas y en mi formación como
líder he tenido que experimentar el dolor de perder a uno de mis amigos, que
también eran amigos de Jesús, íntimos, como Judas, pero que se quedaron mirando
su error, yo también he fallado, yo también he flaqueado, yo también lo he
negado, pero cuando recuerdo su llamado: … sobre ti edificaré mi iglesia… (Mateo 16:18)
vuelvo a levantarme, vuelvo al ejercicio del liderazgo que Dios me ha dado, a
mirar a quienes han quedado firmes para empezar a trabajar de nuevo, a un
verdadero líder no le da miedo delegar a otros parte de su trabajo, no tiene
miedo de una destitución, ni siquiera se siente dueño de un liderazgo, así era
Pedro, dispuesto a reconocer que necesitaban otro más para el equipo.
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