martes, 5 de mayo de 2015

BUENOS SAMARITANOS

Como respuesta el hombre citó:
—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, 
con todas tus fuerzas y con toda tu mente”, 
y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.”
Lucas 10:27

Este pasaje se encuentra en la Parábola del Buen Samaritano, el experto en la Ley se muestra interesado en saber los requisitos para disfrutar la vida eterna; tal vez lo que quería escuchar era que ya la había ganado por su sometimiento a la Ley, llena de ritos, sacrificios y condiciones externas pero Jesús da una respuesta que seguro golpeó su corazón porque la reflexión debió ser que aún le faltaba mucho y tal vez no estaba convencido de querer hacerlo.
La Parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) ofrece grandes lecciones que vale la pena mencionar, se observa en este pasaje que los prejuicios pueden impedir llevar a cabo la voluntad de Dios, el corazón de las personas tiende a la desobediencia, la indiferencia y a la rebeldía mientras que Jesús llama a la santidad y al amor.
El intérprete de la Ley se veía perfecto por su conocimiento, puramente racional, de Dios, le faltaba admitir que tenía necesidad diaria de depender totalmente de la mano del Señor, así hay algunos cristianos, sentados esperando su hora porque creen que ya lo han hecho todo.
La obediencia a Dios echa la olvido el punto de vista subjetivo, las justificaciones, las razones, los argumentos, la invitación de Jesús es al amor; amor a Él y a los demás si se quiere ser coherente; el amor no es condicionado, no se da a aquellos de quien se recibe, muchas veces es inmerecido, Jesucristo invita a amar a quien lo necesita, ese debería ser el distintivo de quienes osan llamarse cristianos.
En el camino se encuentran personas tiradas en el camino, tal vez no agradables, duras de corazón, heridas, maltratadas, necesitadas, ellos son el prójimo y Dios espera que sus hijos atiendan estas personas, de nada sirve seguir a Jesús, conocer su Palabra, hablar de Él si no hay amor para los demás, los cristianos están llamados a ser buenos samaritanos, que sanen heridas, que atiendan a otros, que recojan a los que andan extraviados, que lleven esperanza a quienes están sin aliento, amar a quienes los demás desprecian.

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