Toda la comunidad israelita partió del
desierto de Sin por etapas, según lo había ordenado el Señor. Acamparon en Refidín, pero
no había allí agua para que bebieran, así que altercaron con Moisés.
—Danos agua para beber —le exigieron.
—¿Por qué pelean conmigo? —se defendió Moisés—. ¿Por qué
provocan al Señor?
Pero los israelitas estaban sedientos, y
murmuraron contra Moisés.
—¿Para qué nos sacaste de Egipto? —reclamaban—. ¿Sólo para
matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?
Éxodo 17:1-3
El
pueblo de Israel estaba molesto porque no tenía agua, es una molestia, por
decirlo de alguna manera, entendible, estaban en medio del desierto, el sol
debía ser inclemente, iban caminando, cansados, era normal que quisieran agua,
hasta ahí todo parece bien, cuando uno tiene sed pide algo de tomar, sin
embargo el verdadero problema es que la falta de agua evidenció su descontento
y desconfianza, no era un problema de sed, era un problema de FE.
Esta
situación permitió ver la mala disposición que aún había en sus corazones, la
sed los hizo violentos e impacientes, lo cual fue evidente en su lenguaje, en
su trato a Moisés, en su desafío a Dios; a lo escrito agreguemos la actitud corporal
que debían tener: ceño fruncido, manos en la cintura, y volumen de voz alto, lo
anterior solo dejaba ver un pueblo desagradecido, amargado e incrédulo.
Eso
precisamente es tentar a Dios, no creer en su presencia, su providencia y su
promesa, es desafiarlo, es tratarlo de mentiroso, es reducir el poder del Señor
a un momento de dificultad, reflexiona acerca de los momentos de
sed en tu vida, porque, al igual que el pueblo de Israel, el sediento desafía a Dios, le reclama, deja de creerle, eso no es lo que
espera el Señor, Él quiere un corazón que confía en medio del desierto, que no
duda por la sed, que espera y cree que llegará la provisión de Dios, que está
convencido que Dios lo ha sacado de un lugar para llevarlo a uno mejor.
La
próxima vez que estés en el desierto y tengas sed, no pelees con Dios, sé
sincero y dile que estás débil y necesitas su provisión y su aliento, sin duda
Él responderá, el Señor no sacó a su pueblo de la esclavitud para dejarlo morir
en el desierto, igual pasa contigo, Él no te ha llevado al desierto para
matarte, sino para formarte.
Por eso, ahora voy a
seducirla: me la
llevaré al desierto y le hablaré
con ternura. Allí le devolveré sus viñedos, y convertiré
el valle de la Desgracia en el paso
de la Esperanza. Allí me corresponderá, como en los días de su
juventud, como en el día en que salió de Egipto...
Oseas 2:14-15
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