Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.Juan 4:13-15
Si
alguien no tiene prejuicios ese es Jesús, a Él no le importan las barreras que
los humanos inventan, su encuentro con la mujer samaritana es el mejor ejemplo;
las personas alimentan odios durante años, a veces ni siquiera saben porqué
pero odian, se alejan, discriminan, sin embargo, Dios no mantiene vivos los
rencores, dice la lectura de hoy “judíos y samaritanos no se tratan" (v. 9) y a
Jesús esto no lo detuvo, no le importó porque sabía que la salvación no era
propiedad exclusiva de un pueblo, saber que Dios no hace acepción de personas
me llena de tranquilidad, además esta mujer tenía una historia sentimental poco
recomendable y eso tampoco alejó a Jesús, lo sabía todo y no la evitó… ¡qué alivio entender que mi condición no
aparta a mi Señor! Igual Él sigue interesado en mi vida; aunque conocía la
promiscuidad de la samaritana, la amaba tanto como para ofrecerle una fuente de
vida inagotable, Jesús sabía que ningún hombre podría hacerla feliz como si lo
haría Él.
Jesús ha
llegado para satisfacerme, es el único que puede llenar, saciar, Él quiere
tomar todas las áreas de nuestra vida para glorificarse, ahora nosotros debemos
permitírselo. Dios no está tan interesado en nuestro pasado como si lo está en
nuestro futuro, además quiere hacer parte de este último; lo que si demanda de
nosotros es que reconozcamos nuestra condición, confesemos nuestro pecado
delante de Él, de nada sirve esconder mi falta porque Él la conoce, lo único
que logro es detener el proceso de sanidad, libertad y bendición que viene
luego de aceptar mi falta, confesarla, pedir perdón y apropiarme de él.
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